(Un paréntesis)
Don Jorge Langran
La obra de un pionero
Oportunamente prometimos ocuparnos de Jorge Langran. Recordamos el viaje que éste y Nicolás Doorn realizaron en sulky, desde Córdoba hasta Cañada de Gómez, y cómo al hacer noche en Villa María a orillas del Río Tercero, temprano por la mañana venía gente a conversar con «los ingenieros que estaban estudiando la navegabilidad del río»: así los habían confundido. Nicolás aprovechó entonces a predicar el evangelio a un grupo cada vez mayor de personas. Nos preguntamos ¿habrá sido la primera vez que evangélicos predicaron en Villa María? Imposible afirmarlo, pero sí sabemos que desde entonces Jorge Spooner radicado en Cañada de Gómez, visitaba regularmente esta pequeña ciudad y la vecina Bell Ville, anunciando el evangelio.
En 1908 Jorge Langran con su esposa e hija, se establecieron en Villa María, y alquilaron una casa en calle Perú Nº 260. Algún tiempo después también se radicó en esta localidad Timoteo Nogal, un creyente procedente de España. Cuando Mr.Barnet, de Rosario, se enteró de la posibilidad de comprar la propiedad que Langran había alquilado, le ofreció a éste el dinero para comprar un salón desarmable, que pronto Langran hizo traer de Inglaterra.
Es justo mencionar cómo destacadas personalidades anglicanas contribuyeron en aquellos primeros tiempos con fuertes sumas de dinero, para ayudar a la obra que realizaban los hermanos. Mencionamos a Mr.Walker, de la compañía constructora del puerto de Buenos Aires, donando el dinero para la compra de la carpa de madera y lona en 1902, que se instaló en calle Brasil 1750.
El ingeniero Wheelwright, que dirigió el tendido de líneas ferroviarias en nuestro país, era miembro de la iglesia episcopal (equivalente norteamericano de la iglesia anglicana), dio el dinero para la compra del salón desarmable que constituyó la primera iglesia de los hermanos en Rosario. En otro orden de cosas, Wheelwright financió la edición de una versión de la Biblia al turco, por medio de las Sociedades Bíblicas; y además estableció el primer hospital para tuberculosos en la Argentina, que funcionó en la Calera, Córdoba.
Mr.Fletcher, anglicano, fue por un tiempo miembro de la iglesia metodista, para terminar siendo uno de los puntales de la iglesia en calle Brasil en Buenos Aires. Recordamos que Mr.Barnet, también anglicano, había provisto a Nicolás Doorn de una americana para recorrer pueblos y campos vecinos.
Nuevamente en 1915 Mr.Barnet hizo una donación para construir el edificio de la iglesia en Villa María, y la casa pastoral, mientras el salón desarmable que había donado anteriormente, era transportado en 1917 a Catamarca, cuando la construcción estaba siendo terminada. El terreno adquirido por Langran es el que actualmente ocupa la iglesia central, en Villa María, en calle Gral. Paz (antes Perú) 260.
Un dato interesante, es que la carpa de madera y lona que se levantó en 1902 en calle Brasil, se incendió, y en 1905 un creyente norteamericano de nombre Baker, donó una carpa totalmente de lona, según cuenta en una carta el señor Payne. Caleb Baker, fue bisabuelo de David Sommerville, misionero, en el día de hoy, en la Argentina.
En otro lugar mencionamos el don especial de Langran en «relaciones públicas». Esta aptitud hizo que su actividad destacada en la evangelización fuera la obra personal. Pronto, después de haberse establecido en Villa María, había un grupo de creyentes fieles, que animó a Langran a comprar una propiedad y luego lanzarse a la construcción de un salón grande para la predicación del evangelio. Su esposa y su hija Katy fueron de gran ayuda en la obra personal. Aún hay personas que recuerdan el trabajo sacrificado de la niña, que incansablemente visitaba a gentes de todos los niveles sociales y económicos. Katy era una hermosísima joven, y era admirada por sus virtudes morales y espirituales.
Tenía pasión por servir y por predicar a Cristo. A pesar de las recomendaciones del médico de la familia, no dejaba de visitar enfermos en las casas más humildes. A los 18 años había contraído tuberculosis, en una época en que esta enfermedad representaba una sentencia de muerte a plazo más o menos corto. Inútiles fueron los esfuerzos que hicieron todos para que dejara de realizar sus agotadoras y peligrosas visitas a enfermos que, en cuanto recuperaba fuerzas y comenzaba a restablecerse, renovaba con entusiasmo.
A los veinte años de edad, esta hermosa joven durmió en el Señor, al que sirvió con tanto amor, al servir al prójimo en obediencia al mandato de Jesús, cuando al referir la parábola del buen samaritano concluyó: «¡vé, y haz tú lo mismo!».
Yo tendría unos ocho años cuando fui con mi madre a casa del médico que algunos años antes había atendido a Katy, y recuerdo la impresión que me causó ver la emoción con que este hombre recordaba a su enfermita. Nos mostró una pequeña daga que tenía sobre el escritorio, que guardaba como un querido recuerdo de Katy, que le había regalado Langran, pues el médico siempre rehusó cobrar honorarios por haber atendido a la hermosa niña. En aquellos tiempos el recuerdo de Katy era compartido con admiración por la mayoría de los habitantes de la pequeña ciudad.
VIAJES EN EL COCHE BBLICO
En 1913 Doorn y Langran comenzaron a relizar largos viajes en el coche a caballos. Era un vehículo grande y pesado, que necesitaba tres caballos para tirarlo. Por supuesto que resultaba cómodo, para llevar una gran cantidad de elementos que les resultaban muy útiles: todos los elementos para el alojamiento y la comida. Muy frecuentemente, los acompañaba la señora Langran con su armonio portátil. Siempre cargaban gran cantidad de literatura para repartir, y Nuevos Testamentos y Biblias para vender. Desde 1913 hasta 1920, lapso en que este coche estuvo en uso, recorrieron: las provincias de Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, La Pampa.
Es admirable la cantidad de personas que lograban reunir para escuchar la predicación en las localidades que atravesaban. Tenían toda una técnica de propaganda. En primer lugar, el letrero sobre el coche, que lo cruzaba de atrás hacia adelante. Era de tela y tenía letras de papel cosidas, en las que se invitaba a escuchar el evangelio.
Al entrar al pueblo, Nicolás conducía el coche, y a su lado estaba solemne don Jorge Langran, vestido con su levita, cuello palomita, galera, bastón y guantes. Daban una vuelta por la localidad, y terminaban recorriendo otra vez la parte más céntrica. Era toda una ceremonia elegir el sitio adecuado para detenerse.
Cuando Langran lo había escogido, hacía que Nicolás condujera nuevamente el coche dando la última vuelta a la manzana. Próximos al lugar elegido, el coche se detenía, descendía Langran, y caminaba lentamente delante del caballo, e indicaba el lugar exacto en que habrían de parar. Esto ocurría, generalmente, al atardecer del primer día en que llegaban a una localidad. Entonces comenzaba la primera actividad de repartir tratados e invitar para una reunión que se realizaría el sábado o el domingo próximo.
Para entonces, una buena parte de la población ya estaba muy intrigada por quienes serían estas personas. Cuando oscurecía, comenzaban a hacer las compras, y a preparar el lugar que ya en las recorridas previas habían elegido para pasar la noche.
A veces, pronto tenían la visita de la policía, que venía a indagar qué permiso tenían para realizar las reuniones anunciadas. Langran, invariablemente, decía al agente que esa misma mañana él iría a hablar con las autoridades. Y una vez más, se vestía de domingo y marchaba a defender con firmeza el derecho de predicar el evangelio. Nunca debieron suspender una reunión por problemas con la policía.
Mientras los dos hombres recorrían el pueblo casa por casa, repartiendo tratados, e invitando para la reunión, la señora Langran armaba el pequeño armonio y comenzaba a tocar. Nunca dejaba de juntarse un grupo de niños. Entonces ella les comenzaba a enseñar un par de coritos.
Eran los clásicos coritos del himnario, con música fácil y palabras que los niños memorizaban sin dificultad. Cuando llegaba la tarde de la reunión tan promocionada, siempre tenían una concurrencia entre 500 y 1000 personas, y antes de comenzar, la señora Langran comenzaba a tocar los coritos, que eran cantados por los tres misioneros, y el grupo de niños que a esta altura ya habían aprendido a cantar correctamente las canciones. En los lugares en que había respuesta al mensaje, se detenían por algunas semanas a veces, y en diferentes pueblos quedaron pequeños grupos de creyentes, con los que Langran mantenía contacto por correspondencia, y trataba de que fueran visitados por quienes estuvieran más cerca.
Frecuentemente, también se internaban por estancias y chacras, vendiendo Biblias, y repartiendo tratados. Era una labor pionera de trabajo extensivo, con el deseo de que la gente fuera conociendo la Palabra de Dios. Y de esta manera, miles de kilómetros fueron recorridos en el coche a caballo, durante un período de seis años. Por supuesto, que utilizaban dos o tres meses por año para estos viajes largos, ya que, tanto Langran como Doorn tenían su lugar de trabajo, en Villa María y en Bell Ville respectivamente.
QUE PREDICACIÓN , DESEO QUE EN ESTOS TIEMPOS SE HAGA LO MISMO , CUMPLIR SIN VER EL COSTO .
de estas personas esforzadas, deberiamos tomar ejemplo todos los cristianos, que hoy parecieramos creer que todo esta concluido.cuando la obra debe seguir hasta el retorno de nuestro señor.z